Sesiones mensuales de cine serie B en los abandonados Cines Luna que ofrecían a los fanáticos del género la posibilidad única de disfrutar de los mejores (y peores) films de la historia del terror en la gran pantalla. Para otros era simplemente la ocasión de asistir a una proyección de cine desenfrenada con copas, cigarrillos, gritos, aplausos y abucheos.